Sucede con mayor frecuencia, y es muy malo. La industria de la traducción está acéfala, perdida en un limbo anacrónico y empírico que no le permite sacudirse costumbres añejas deficientes y contrarias a su progreso. Y no hablo del progreso que la sujeta a su inmutable devaluación: La tecnología. Misma que está en manos de programadores, ingenieros, neurolingüístas, físicos y obviamente negociantes, entre otros. Los inversionistas saben, como muchos de nosotros, que el negocio es tan importante que deja ganancias abultadas y vale la pena invertir.
Cada día los robots que utilizan IA se nutren rápido y constantemente de glosarios, términos, formas gramaticales y todo lo necesario para “casi” construir la magia de un texto claro y entendible. Pero eso lo sabemos todos. Para un traductor profesional más que duda o temor a la tecnología debe haber cierta celebración de que esta nos facilite el trabajo, pero como dije, no hablo de eso.
Para puntualizar mi objetivo primero hay que aclarar que es un traductor profesional. Si buscamos información encontraremos que no existe una definición estricta. Tácita. Única. Total. No la hay. Quizá nacimos junto a Mesopotamia y Egipto cuando nació la escritura, quizá mucho antes, con las pinturas rupestres. No lo sabremos nunca. Pero sí sabemos que para definir de cierta forma a un traductor en nuestros días lo menos que debe poseer es lo siguiente:
1) Ser 100% bilingüe, saber dos idiomas a la perfección, la fuente y el destino.
2) Tener un alto grado de comprensión en esos dos idiomas y los aspectos de la cultura de ambos.
3) Saber utilizar programas de traducción, edición, subtitulaje, interpretación, audio y video a distancia, además saber construir y manejar memorias y datos específicos en la nube.
4) Preferentemente tener una licenciatura en traducción, o entrenamiento en traducción profundo. En lingüística o campos similares de letras y /o comunicación. Saber los aspectos formales de escritura.
5) Traducir solo a su lenguaje nativo.
6) Ser miembro de alguna sociedad o estar certificado por alguna sociedad de traductores.
7) No ser barato.
8) Seguir un código ético -eso aparentemente te hace más profesional- (Casi que cada país tiene uno diferente, con espantosos y bizarros apartados, pero en esencia muy similares cuando se trata de reglas semánticas, confidencialidad, responsabilidades, etc…)
Muchos estarán de acuerdo muchos no. Pero aquí, en este punto podríamos separar a miles que se sienten traductores porque más o menos hablan dos idiomas y medianamente cumplen con alguno de los incisos arriba expuestos. Aunque mi punto es, después de toda esta presentación uno muy diferente. Uno que he venido investigando por años y que no he podido encontrar, cohesionar la poca información que tengo o entender a veces…
Los verdaderos traductores, los que vivimos de esta profesión y estudiamos, nos actualizamos y cada día nos empapamos de información de la industria perdimos puntos esenciales en la trayectoria que nos impulsa. Dejamos en manos de nadie nuestra suerte y nuestro futuro. Hoy es mucho muy difícil tratar de construir una base fuerte y completa para poder sentar los cimientos de una industria de vanguardia altamente profesional y equitativa.
Continuará…
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