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Source text - Spanish Nosotros, monjes cristianos, participamos de la vida común de tantos hombres y mujeres que, antes del amanecer, madrugan para ir a su trabajo y empezar un nuevo día.
En el Monasterio ponemos todas las cosas a la luz del Creador: Él las ha
hecho con su palabra poderosa. Así, antes de que la luz del nuevo día las
alumbre con su afán, ya han quedado iluminadas en medio del silencio de la noche.
Cada día que empieza nos depara como primera tarea, el dejar atrás las tinieblas de la noche con el gozo de sentirnos hombres entre los hombres, a imagen de Cristo, el hombre perfecto.
Al empezar el día en silencio sobre el libro de las Escrituras, dejamos que
la luz de la Palabra inspirada se derrame sobre nosotros.
De ese modo, podremos después, llenar de esperanza los rincones perdidos de este mundo, que Cristo resucitado ha llenado antes con su promesa de vida verdadera.
Cada mañana es primicia de un mundo recreado, un mundo que queremos definitivamente limpio, sano y libre Y un cosmos consumado en Cristo.
VOZ EN OFF ORACION OTRO LECTOR
Los primeros discípulos reconocieron a cristo al partir el pan, partir el pan es el gesto en el que cristo parte su propia vida por todos .
Este gesto, ha comunicado la mas alta dignidad al cuerpo de todo aquel que se rompe como un pan por el bien y por la vida de los otros.
El pan, partido en la eucaristía cotidiana, es el mismo cuerpo de cristo muerto y resucitado por nosotros.
Con el pan partido en la Eucaristía se parten las tareas de la vida humana
ordinaria: barrer el comedor de los huéspedes, preparar el vino para la
comida, poner los platos en el comedor, hacer la comida, preparar el postre.
La vida se recrea y se extiende entregándose, y allí donde se entrega brota un recuerdo de la Eucaristía, un eco de las palabras de Cristo: "tomad y comed".
EN EL MONASTERIO, OTRO DE LOS TRABAJOS ES EL DE LAVAR Y PLANCHAR LA ROPA CADA SEMANA.
El trabajo es un bien del hombre -es un bien de su humanidad-, porque
mediante el trabajo, el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, haciéndose en cierto sentido “ más hombre" en palabras de Juan Pablo II.
La vocación del monje no es otra que la del discípulo de Cristo, humana y en plenitud. Pero nadie se hace a sí mismo y nos humanizamos haciendo cosas necesarias para el bien de todos.
El monasterio posee una pequeña joya que es su huerta, en ella el hombre se puede unir íntimamente a la naturaleza, el fruto de ese buen entendimiento, sirve para proveer a la comunidad y la hospedería de una gran parte de las hortalizas y legumbres, que necesitan a diario en la cocina para cubrir las necesidades alimenticias.
Judías, lechugas, tomates, guisantes o cebollas son algunos de sus productos. También en la huerta, disponemos de colectores solares para obtener calefacción de forma ecológica.
La comunidad de vida fundada en la Eucaristía, existe, ante todo, como tarea, como trabajo, para cada uno de nosotros. Siendo muchos, debemos participar en un mismo trabajo: construir la gran comunidad humana, que es el único Cuerpo de Cristo.
Después del trabajo, el tiempo vuelve a detenerse al mediodía. Es la
hora de la comida, al igual que en todos los hogares.
En el monasterio, la comunidad vuelve a reunirse para orar y tomar el alimento. Se come en silencio y se escucha una lectura.
Los hermanos se sirven unos a otros de la misma manera a como ya lo han hecho en la Eucaristía, con el cuerpo y la sangre de Cristo.
Cristo nos ha dado ejemplo y nos ha recordado que permanecerá con nosotros para siempre como el que sirve.
En el espacio que consideramos la huerta, no todo el esta dedicado al cultivo, y una pequeña parte esta ajardinada, sirviendo de zona de recreo, paseo o si se quiere, de meditación.
Este espacio se encuentra alrededor de una fuente en la que cohabitan peces e insectos.
Durante las horas de la tarde, verán la luz los trabajos de los monjes que, fieles a la tradición benedictina, cultivan las letras y las artes o estudian los antiguos códices miniados que se guardan en el archivo de la Abadía con el recuerdo de los monjes que dedicaron sus vidas a copiarlos y decorarlos.
La importancia del Scriptorium de Silos ha sido ampliamente destacada en múltiples ocasiones y exposiciones.
Nadie duda de la importancia del trabajo realizado entre los muros de la Abadía que mucho tiene que ver con el nacimiento de nuestra lengua común.
Junto a las Glosas silenses , plasmadas en diversos libros y documentos y de sobra conocidas, existen otros ejemplos importantísimos de la actividad desarrollada tras los muros de la Abadía, como el Beato de Silos , antifonarios , salterios , homiliarios y otros muchos, varios se conservan en el Archivo del monasterio, mientras que otros fueron a parar a lugares muy diferentes , como Londres , Paris o Cracovia, dando fe de la importancia cultural de Silos.
11) Orfebrería( 60 )
En la misma época floreciente del Scriptorium silense, tuvo lugar una importante actividad en su taller de orfebrería y esmaltes. Hoy esa tradición que se remonta a los siglos XI y XII , algunas de cuyas piezas mas importantes, se pueden contemplar aún hoy en el museo de la abadía, continúa.
De ese taller hoy activo, salen obras a las que un monje dedica horas y años de paciente desvelo, destinadas en su mayor parte al culto litúrgico que cada día celebra la comunidad.
A este culto, centrado en la Eucaristía y en la liturgia de las horas, corresponde la vida y los trabajos de los monjes como prolongación y aroma profundo.
De El todo procede y a El todo retorna cada día.
El entorno natural de Silos, es la puerta de apertura al espacio de la vida que, más allá de los muros monasteriales, permite el acceso a los que llegan y la salida a los que regresan.
Por esta puerta, que permanece siempre abierta, todos podemos
pasar llevando y trayendo cuanto vivimos y sentimos que vive a nuestro lado: aguas y mieses, chopos y enebros, criaturas del bosque y aves que surcan los cielos del valle.
Las tardes de los jueves son tardes especiales, de paseo, para la comunidad. Durante unas horas se dispersa el racimo de los que salen a caminar transitando rutas y senderos de nuestro entorno, hasta llegar a viejas ermitas como ésta mozárabe de Santa Cecilia, sobre un altozano que despunta en el valle de Tabladillo.
Quiere San Benito, patriarca y legislador de los monjes de Occidente -de
quien recibimos el nombre de "benedictinos"-, que haya en el monasterio
hospedería y que se acoja en ella a huéspedes y peregrinos. Se les ha de
recibir y atender "como al mismo Cristo en persona", pues él mismo dijo:
"huésped fui y me recibisteis"
La importancia de nuestro Archivo hace que sea frecuente la visita por parte de investigadores de toda procedencia, para los que la biblioteca de la abadía, esta siempre abierta.
Además de los libros de la época medieval, escritos en el monasterio existen unos fondos superiores a los doscientos mil volúmenes,
El claustro románico, guarda la luz que vino del oriente para los monjes,
los peregrinos y los turistas de ayer, de hoy y los de mañana.
La presencia del agua y el jardín -paraíso siempre sugerido- nos evoca la memoria del santo abad Domingo, restaurador de esta Abadía allá por el siglo XI y figura perenne del alma castellana , junto a la de los monjes que desde entonces lo han habitado.
El Claustro de una singularidad y belleza inigualable tanto en sus capiteles como en sus relieves, fue esculpido por diversos maestros cuya personalidad y calidad al servicio de las creencias religiosas ha permanecido inalterable a través de los siglos.
Los visitantes que acuden a Silos tienen también la posibilidad de acceder a la Botica del Monasterio, situada junto al Claustro en su ángulo suroeste.
La secular tradición farmacéutica vinculada a numerosas abadías, existió también en nuestro Monasterio, habiéndose conservado el botamen de cerámica de manera que en todos sus tarros esta dibujado el escudo de la Abadía.
Junto a la botica se encuentra el acceso al actual y renovado museo, en el que se exponen las obras más importantes que conserva el Monasterio como el tímpano de la antigua iglesia románica, diversas tallas y excelentes piezas de orfebrería que son testigo de su historia.
La tarde deja entre nosotros, el aroma del día que, antes de entregarse al silencio de la noche, nos invita a la gratitud.
La hora de la acción de gracias reúne nuevamente a los monjes en la iglesia. En esta hora se hace memoria del día que, como el pan hecho carne de Eucaristía, se entrega por amor.
Martin Buber decía que "Cada tú singular es una mirada hacia el tú eterno"
En el monasterio hay un tiempo para el descanso. En él, la vida que se
ha dejado llenar de luz y se ha entregado partiéndose como un pan, se
contempla a sí misma recreada.
Dice el relato bíblico de la creación del mundo que "vio Dios que era bueno" todo lo creado.
Lo bueno, lo bien hecho, es invitación al gozo del descanso. En este gozo los hombres se miran y comunican como quienes encuentran en el rostro del otro un destello de la luz que llena el rostro del Resucitado.
Unos a otros, los monjes se muestran la luz del rostro de Dios
En la tradición monástica el abad es "el padre de los monjes". Antes de
concluir la jornada, se reúnen para escuchar sus palabras.
El abad les anima cada día a permanecer fieles en su vocación, alegres en el amor y fuertes en la esperanza. En el capítulo -que así se llama la asamblea de los monjes- el abad, propone temas de interés común, revisa lo que no funcione bien en el monasterio y escucha el parecer de todos.
El día se acaba y para todos es la hora de retorno al hogar.
Los monjes, antes de retirarse a descansar, se ponen en las manos del Señor y se despiden de su Madre, María.
Al volver la noche sobre este mundo dejamos el monasterio tal y como al principio nos lo encontramos, pero no en la oscuridad de la noche, sino fuera de ella, protegidos por la maravillosa luz de la palabra.
Translation - English We are Christian monks. We share the everyday life of so many men and women who wake up early, before the break of day, to go to work and begin a new day.
In the Monastery, we place everything in the light of the Creator: He has made them all with his powerful Word. So, before the light of a new day shines upon them with fervour, they have already been illuminated amidst the silence of the night.
Each day that begins presents us with a first task; to leave the darkness of the night behind with the joy of feeling that we are men among men, in the image of Christ, the perfect man.
Starting the day in silence with the book of the Scriptures, we let the light of the inspired Word descend upon us. In this way, we shall then be able to fill the lost corners of this world with hope, which the resurrected Christ has already filled with his promise of true life.
Each morning brings the first fruits of a recreated world, a world which we wish to be entirely clean, healthy and free. A universe consummated in Christ.
VOZ EN OFF ORACION OTRO LECTOR
The first disciples acknowledged Christ when they broke bread; breaking bread is a gesture by which Christ gave up his own life for us all.
This gesture confers the greatest dignity on the bodies of all those who are broken like bread for the sake of goodness and for the lives of others.
Bread, broken in the daily Eucharist, is the same body of Christ who died and was resurrected for us all.
As with the bread broken in the Eucharist, so the tasks of ordinary human life are shared out: sweeping the dining room of the guests, preparing the wine for the meal, laying the tables in the dining room, making the midday meal, preparing the desserts.
Life recreates itself and moves on as it unfolds; and there where it unfolds, grows a reminder of the Eucharist, an echo of the words of Christ: “Take and eat”.
IN THE MONASTERY, ANOTHER OF THE TASKS IS TO WASH AND TO IRON THE CLOTHES EACH WEEK
Work is a blessing in man – it is a blessing for his humanity -, because man not only transforms nature through his work, adapting it to his own needs, but also fulfils himself as a man, becoming in a certain sense “more man” in the words of John Paul II.
The vocation of a monk, humane and wholesome, is none other than that of a disciple of Christ. But nobody is an island and we become more human by doing things that are necessary for the common good.
The monastery possesses a little jewel that is its kitchen garden; man can commune intimately with nature in this garden. The fruits of that good understanding serve to supply the community and the guest house with a good part of the vegetables, and pulses that are needed everyday in the kitchen to satisfy alimentary needs.
Some of its products are beans, lettuce, tomatoes, peas and onions. We also have solar panels in the kitchen garden, so as to generate heat in an ecological way.
The community of life founded on the Eucharist exists, above all, as a task, as work, for each and every one of us. There are many of us and we must participate in one and the same mission: to construct the great human community, that is the sole Body of Christ.
After the morning’s work, time once again comes to a standstill at noon. It is the hour of the midday meal, as it is in all homes.
In the monastery, the community comes together again to pray and to take sustenance. The meal is eaten in silence while listening to a reading. The brothers serve one another in the same way as they have done in the Eucharist, with the body and the blood of Christ.
Christ has given us an example and has reminded us that he will stay with us forever as he who serves.
Not all of the area that we consider the kitchen garden is given over to horticulture, and a small part is a flower garden, serving as a recreational area, for walks or, if one wishes, for meditation.
This area lies around a fountain in which fishes and insects coexist alongside each other.
During the afternoon hours, daylight falls on the labours of the monks. Faithful to Benedictine tradition, they cultivate letters and the arts or study the ancient codices with miniature illustrations that are held in the Abbey’s archives, along with the memories of those monks that dedicated their lives to copying them out and illuminating them.
The importance of the Scriptorium of Silos has been extensively highlighted on numerous occasions and in many exhibitions.
Nobody doubts the significance of the work carried out within the walls of the Abbey that has so much to do with the birth of the Spanish language.
Along with the ‘Glosas Silenses’ brought together in various very well-known books and documents, there are other very important examples of the activity carried out within the walls of the Abbey, such as the Beato of Silos, antiphonaries, psalters, homilies, and many others, some of which are conserved in the monastery Archive, while others found their way to different places, such as London, Paris, or Cracow, testifying to the cultural importance of Silos.
11) Goldsmithing
In that same flourishing period of the Scriptorium Silense, important activity took place in goldsmithing and enamelling workshops. That tradition, which dates back to the 11th and 12th centuries, continues today, and some of the most important pieces may be admired even to this day in the Abbey museum.
From that workshop, still active today, come works to which a monk dedicates hours and years of patient effort, destined for the most part to the liturgical ritual that the community celebrates every day.
The lives and works of the monks, their prolongation and their aroma, centre on the Eucharist and on the liturgy of the hours.
From Him all proceeds; unto Him all will return each day.
The natural environment around Silos is an open door to the area of life that, outside the monastery walls, is the entrance for those that arrive and the exit for those that return.
We may all pass through this door that remains open at all times, carrying and bringing all that we experience and that we feel is alive alongside us: waters and cereals, elms and junipers, woodland animals and birds that soar across the skies above the valley.
Afternoons on Thursdays are special ‘walking’ afternoons for the community. For a number of hours, the group out walking breaks up to travel down tracks and paths in the surrounding area, until they arrive at old hermitages such as this one, called Saint Cecilia, built in the Mozarab architectural style, on a prominent outcrop in the valley of Tabladillo.
Saint Benedict, patriarch and legislator of the Western monks – from whom we receive the name of “Benedictines” – wishes our monastery to be hospitable and our guests and pilgrims to be made welcome within it. They are to be attended to and received like Christ, as he said “I came as a guest and you took me in”.
The importance of our Archives means that frequent visits are made by researchers from all walks of life, for whom the Abbey library is always open.
As well as books from the medieval era, there is a repository of over two-thousand volumes that were handwritten in the Monastery.
Today, the Romanesque cloisters capture the sunlight that shines from the east for the monks, the pilgrims and the visitors, as it did yesterday and as it will do tomorrow.
The presence of water and the garden – suggestive always of Paradise – evokes the memory of Saint Domingo, the restorer and the Abbot of this Abbey in the 11th century, and a perennial character in the Castilian soul, along with the monks who have inhabited it ever since then.
The capitals and reliefs, of singular and unsurpassable beauty in the cloisters, were carved by various master craftsmen. Their character and quality, dedicated to the service of religious beliefs, has remained unchanged over the centuries.
Visitors who come to Silos also have the possibility of entering the monastery apothecary, situated next to the cloisters at their south-eastern corner.
The secular pharmaceutical tradition linked to numerous abbeys also existed in our Monastery; its collection of ceramic apothecary jars is conserved in such a way that the Abbey’s coat-of-arms is painted on all of its jars.
The entrance to the present-day renovated museum is to be found next to the apothecary, in which the most important works conserved by the Monastery are conserved, such as the spandrel of the old Romanesque church, various sculptures and excellent pieces of goldsmithery that bear witness to its past history.
The evening leaves with us the aroma of the day, which before surrendering to the silence of the night invites us to give thanks.
The hour of the act of thanksgiving once again reunites the monks in the church. At this hour, the memory of the day is recalled, which like the bread made flesh of the Eucharist is given up in love.
Martin Buber said that “Every you we speak contains within it echoes of the eternal you.”
In the monastery there is a time for rest. During that time, the life that has been filled with light and that has given itself up, breaking like bread, contemplates itself afresh.
The Bible story of the creation of the world says that “God saw that” all that had been created “was good”.
What is good, what is well done is an invitation to enjoy rest. In this enjoyment men look at each other and communicate with those who find in the other’s face a spark of the light that filled the face of the Resuscitated one. The monks show the light of the face of God to one another.
In the monastic tradition the Abbot is “the father of the monks”. Before the day draws to a close, they come together to listen to his words.
The Abbot encourages them each to remain true to their vocation, content in love and strong in hope. In the chapter, as the assembly of monks is called, the abbot suggests topics of common interest, looks into what is not working well in the monastery and listens to everybody’s views.
The day is over and for everybody it is time to return home. The monks, before retiring to rest, place themselves in the hands of God and say goodbye to their mother, Mary.
As night time once again falls over this world, we leave the monastery as it was in the beginning, though not within but outside the darkness of the night, protected by the marvellous light of the Word.
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Translation education
Other - Institute of Linguists Diploma in Translation (Spanish to English)
Experience
Years of experience: 13. Registered at ProZ.com: Jan 2006. Became a member: Dec 2007.
Examples of published work are available to potential clients on request. These include work in scientific, sociological and historical fields published by Blackwell Synergy, Sage Publications and Kogan Page among others, as well as professional associations in the United States and the United Kingdom. Recent work has been on historical and socio-political themes.
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Recent Work in portfolio
Translation of a series of conference papers in ARANGÜENA FANEGO, C. (Ed.): Procedural Safeguards in Criminal Proceedings throughout the European Union , Lex Novis Valladolid, 2007 Currently working on
A series of conference papers to be published by Lex Novis under the running title of CRIMINAL PROCEEDINGS IN THE EUROPEAN UNION: ESSENTIAL SAFEGUARDS"
Editor: M. de Hoyos
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